diumenge, 15 de novembre del 2009

Arquitectos estrella .Cristina Sánchez Miret. La Vanguardia

El jueves leía en la sección de Cultura que Maastricht ha renunciado a una obra del arquitecto Santiago Calatrava por su elevado coste. Las obras del campus universitario de la ciudad, paralizadas desde el verano, al final no se retoman a pesar de haber invertido en el proyecto sesenta millones, de un presupuesto de 165, que se prevé que ascenderá a más de 200 millones de euros.
Celebré la noticia porque ya hace mucho tiempo que no entiendo esta necesidad - y la competición que parece que se ha establecido-de la administración pública - bien, no es en todos los países así, pero sí que se produce de manera muy acentuada en el nuestro-de hacer fichajes estrella para las obras públicas. No estoy en contra de que sea la iniciativa privada quien embellezca o no - el criterio depende únicamente de los ojos con los que se mire-el territorio con obras emblemáticas. En cambio, no puedo dejar de pensar - yno ahora precisamente porque estemos en crisis-que es un gran sinsentido, a no ser que tenga como puro objetivo el más absoluto despilfarro. 


Sé que lo que digo no gusta, y seguramente no es siquiera una opinión generalizada, pero no por ello voy a decir lo contrario. No me convence esta tan manida justificación de que los grandes arquitectos - y sus grandes obras, que no niego que lo sean-atraen después a un gran número de turismo cultural u otro argumento parecido, porque sólo hay que echar cuentas - de las de euros públicos empleados en esto y no en otra cosa-para darse cuenta de que se van a necesitar muchos turistas y muchas vidas para ver compensado como ciudadanos el gasto.
Además, si hablamos de dinero público, un teatro tiene que ser eso, un puente tiene que ser eso y no sólo parecerlo, por mucho que nos deleite o nos sitúe en el mundo. En el primer caso, el del teatro, hay que poder ver el escenario desde todas las butacas, y eso hay grandes arquitectos que no lo han tenido en cuenta; y en el segundo, en el del puente, es imprescindible poder transitar por él, es decir, no resbalar a la que caen cuatro gotas, y más en una ciudad donde caen habitualmente en abundancia, por mucho que se aprecie de la obra su capacidad de fundirse poéticamente con el paisaje o cualquier otra cualidad estética o técnica. 

C. SÁNCHEZMIRET, socióloga

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